Las grasas son imprescindibles en la alimentación y forman parte de una dieta saludable, tal y como reconocen todos los expertos en nutrición. Sin embargo, hay que tener en cuenta que no todas las grasas pueden ser calificadas como saludables y, si queremos aportar beneficios para nuestra salud, tendremos que decantarnos por las que sí lo son, como es el caso del aceite de oliva. Veamos por qué.
Si nos paramos a leer la etiqueta de muchos productos alimentarios que consumimos día a día, veremos que la gran mayoría contienen grasas entre sus ingredientes. Hasta hace unos años, la mayoría de los fabricantes “escondían” el origen exacto de esas grasas bajo la denominación “aceites vegetales”, conscientes de que el consumidor los relacionaría con los beneficios que aportan los productos de origen vegetal. Sin embargo, desde 2014, la normativa sobre etiquetado de alimentos exige especificar el origen de cada grasa vegetal, por una sencilla razón: hay una diferencia abismal entre hablar de aceite de oliva o hacerlo de aceite de palma; a pesar de que ambos tengan un origen vegetal, uno de ellos –el de oliva– es un ingrediente saludable, mientras que el otro no lo es.
Aceite de palma, perjudicial para la salud…
En las últimas semanas se han sucedido las noticias en medios sobre los efectos perjudiciales del aceite de palma –ingrediente principal en muchos productos de consumo habitual, como bollería industrial, snacks y comida preparada– sobre la salud. Aunque no es algo nuevo, conviene recordar cuáles son las características de este tipo de aceites y por qué es muy conveniente sustituirlos por aceite de oliva.
El aceite de palma es la grasa vegetal más usada en el mundo, tanto en la industria alimentaria como en la cosmética debido a su bajo precio con respecto a otras grasas. Se produce a partir de los frutos de la palma africana y se cultiva, mayoritariamente, en países tropicales, sobre todo en Indonesia y Malasia, de donde procede el 85% de la producción mundial.
Hay varios motivos por los que el aceite de palma no es el más saludable. En primer lugar, porque está formado, en un 48% por ácidos grasos saturados, por lo que, tal y como aseguran diversas entidades relacionadas con la nutrición, como la FESNAD (Federación Española de Sociedades de Nutrición, Alimentación y Dietética) o la SEDCA (Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación), así como organismos internacionales, como la OMS (Organización Mundial de la Salud), su consumo es perjudicial para la salud. Según la SEDCA, el consumo habitual de aceite de palma se ha relacionado con diversidad de enfermedades, como cáncer, diabetes tipo II, obesidad y enfermedades cardiovasculares de diversa índole. La Fundación de Hipercolesterolemia Familiar ha incidido de manera especial este hecho, asegurando que “la grasa saturada es el factor de la dieta que más aumenta el colesterol en sangre y, por lo tanto, el riesgo de sufrir enfermedades coronarias, por lo que es necesario limitar el consumo de alimentos elaborados con aceite de palma”.
En segundo lugar, el proceso de transformación al que se somete el aceite de palma para ser utilizado en la industria alimentaria genera sustancias dañinas y potencialmente perjudiciales para la salud, tal y como recoge la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria en un informe publicado en mayo del año pasado.
… frente a los beneficios del aceite de oliva
Frente a todos estos aspectos negativos del aceite de palma, destacan los beneficios que aporta el aceite de oliva, una grasa constituida principalmente por ácido oleico (ácido graso monoinstaurado), que ayuda a reducir el colesterol LDL (el malo) y aumentar el HDL (el bueno).
Además, el aceite de oliva protege de la oxidación, reduce la presión arterial y la inflamación y disminuye la tendencia de la sangre a formar trombos, tal y como recoge la Fundación Hipercolesterolemia Familiar. Todo ello lo convierte en la grasa perfecta para prevenir enfermedades cardiovasculares.
El aceite de oliva, además, contribuye a prevenir ciertos tipos de cáncer, tal y como recoge Predimed, el mayor estudio nutricional que se ha llevado a cabo para analizar los beneficios de la Dieta Mediterránea, cuyo representante principal es, precisamente, el aceite de oliva. Y no sólo eso sino que mejora el metabolismo de la glucosa y la diabetes y protege del deterioro cognitivo y de enfermedades relacionadas, como el Alzheimer.
Además, el cultivo del olivar, un árbol milenario presente en gran parte de la geografía española, es mucho más sostenible y respetuoso con el medio ambiente. La mayoría de las comunidades autónomas donde se cultiva destinan, año tras año, recursos para mejorar su cultivo y seguir ganando en sostenibilidad.